miércoles, 2 de septiembre de 2015

La Republiqueta.


En un país como LoCombia, en el que pareciera que uno debe andar dándole explicaciones a Raimundo y a todo el mundo por su pensar, es casi que Maquiavélico ser uno mismo, es decir, la masa pareciera no estar apta para digerir que, la homogeneidad no es lo de uno, uno es un ente disímil, atípico, o en pocas palabras uno es un Guerrillero, Socialista, Comunista, y hasta Fascista cuando decide, a viva voz, pensar y expresar di-fe-ren-te.  

Cuando uno tiene clara sus convicciones no hay necesidad de convencer a nadie más –ese es el primer gran síntoma de la divergencia- de allí parte entonces la premisa de decir verdades a tutiplén sin importar a quién o el qué dirán -aunque aquí caigo nuevamente en la encrucijada de dar explicaciones- creo que es parte intrínseca del cohabitar en esta sociedad.

Ahora bien, el objetivo de esta nota es, no sólo condenar, pues no soy juez, sentenciador o verdugo, sino reflexionar sobre las verdades de Latinoamérica y nuestros llamados “pueblos hermanos”, los mismo que hoy callan y se hacen los de la vista gorda frente a los atropellos de un tirano estúpido –como todo buen tirano- que los tiene comiendo bien, y es que ningún gobierno que se esté jactando del Oro Negro que defeca Venezuela, imagino saldrá a decir que están ocurriendo atropellos contra los colombianos residentes en el pordiosero país vecino.

Y uso ese adjetivo porque a pesar de que aquí, en LoCombia, tenemos un alto incide de pobreza, también sé y, estoy seguro, que ninguno de eso pobres pasa trabajo cuando se quiere limpiar el culo (Extremidad inferior o posterior de algo) porque aquí sí hay, al menos, papel higiénico, o en el peor de los casos, libertad de expresión y, la gente puede -según su poder adquisitivo- comprar un periódico o una revista de opinión y reutilizarla al momento de hacer bregar del cuerpo.

Continuando en la línea de las cagadas (Cosa o situación que resulta cuando se actúa sin cuidado o con torpeza), me causa gran indignación ver que el silencio de muchos jefes de Estado, congresistas y, políticos en general, se convierte en cómplice hostil de una problemática que va más allá del amarillismo que muestran los medios de comunicación.

El problema no es que callen los que se hacen llamar nuestros aliados en esta parte del hemisferio, no, la inquietud que me suscita su inoperancia es, no sólo el porqué de su pasividad frente a los atropellos, sino también su desfachatez.

Ha quedado tristemente comprobado que, Colombia por ser la golfa predilecta del Imperio -como los jefes de la Izquierda Latinoamericana se refieren a los Estados Unidos- está, no solamente destinada a satisfacer las necesidades del Tío Sam por los siglos de los siglos, sino también a cargar con el estigma de un pueblo que, desde épocas de La Colonia, ha sido La Republiqueta de todos y al mismo tiempo, la tierra de nadie.

                                                                     Derechos Reservados © Nicolás Marrugo Silva.