viernes, 25 de septiembre de 2015

Apartheid 2.0


Allí estaba la oportunidad de conocer la otra verdad -aquella que no muestran los medios- frente a mí se abría la otra ventana desde donde miran los Blancos, los que fueron opresores y hoy son oprimidos.

¿Qué opinas de Mandela y su legado para Sudáfrica y el mundo? –Pregunté.

-Mandela era un Soñador. –Respondió fría y tajantemente.

En esa breve pero sustancial respuesta pude percibir un gran resentimiento, se desbordaban tácitamente los adjetivos en contra de quienes hoy gobiernan su país y, la forma infame en la que son discriminados por el simple hecho de ser Blancos.

-Mi hijo no podrá ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad Pública de Johannesburgo. –Afirmó resignada.

La mujer a quien llamaré Charlene para proteger su identidad, mostraba una gran preocupación al pensar en el futuro de sus dos hijos. Ellos tendrían que esforzarse demasiado para poder lograr ingresar a la Universidad Pública de Johannesburgo, de lo contrario no podrían estudiar, pues el costo de la matrícula para un ciudadano sudafricano Blanco en una universidad privada es muy pero muy costoso.

¿Cómo así, los precios varían de acuerdo al color de la piel? –Cuestioné incrédulo.

-Sí, si eres Blanco en Sudáfrica pagarás más impuestos, tu alquiler será más caro, los servicios de salud de calidad para poder accederlos te costarán muchísimo más, eso por mencionar algunos ejemplos. –Dijo Charlene mientras reflexionaba sobre sus mismas palabras, como tratando de encontrar una razón lógica a semejante desfachatez.

¡Sudáfrica no es lo que el mundo cree! –Enfatizó Charlene visiblemente frustrada.

Nosotros ya no tenemos cabida en ese país (la conversación no sucedió en Sudáfrica), mi esposo y yo estamos contemplando la posibilidad de emigrar a Canadá, en Sudáfrica cada vez las cosas empeoran, quienes tienen el poder legislan a favor de quienes son mayoría, en este caso los Negros, los Blancos somos un estorbo para ellos y, están compensando todos los sufrimientos a los que su gente fue expuesta en el pasado.

-¿Luego entonces qué sucedió con la tan anhelada paz entre Negros y Blancos? –Dudé.

Todo fue una mentira, hay mucha violencia en muchas ciudades, hay horas en las que no se puede transitar, es muy peligroso tomar un autobús, no solo porque el servicio es paupérrimo, sino también porque como mujer blanca soy un objetivo fácil para los violentos que en su gran mayoría andan armados a cualquier hora en las calles, tomando la justicia por sus propias manos. –Confesó Charlene mientras fumaba el tercer cigarrillo en menos de 15 minutos.

Mis hijos necesitan tener un promedio académico superior al 95% en todas las materias durante su bachillerato para poder ganar un cupo en la Universidad Pública de Johannesburgo. –Repitió la alta ejecutiva de uno de los grupos financieros más poderosos de Sudáfrica.

-“Ellos” sólo necesitan un promedio del 33% y tienen su cupo asegurado: ¡Mediocres! –Asintió.

Así están destruyendo nuestra nación, ni siquiera nos permiten jugar Rugby, hay una ley que establece que la Selección Nacional que nos representa mundialmente debe estar conformada en un 80%  por Negros -ellos no nacieron para jugar ese deporte- no son buenos, hoy día mi equipo pierde la gran mayoría de los partidos que disputa:

¡El Rugby es nuestro orgullo sudafricano, no es justo! –Remató Charlene.

Al escuchar su sincera confesión llegué a pensar que había abierto la ventana equivocada, creí que estaba sentado frente al enemigo contra el que tanto he luchado: la discriminación hecha mujer y que -revestida de unos ojos azul-verdosos- como cualquier otra extranjera, deslumbran al mestizo.

Me negaba a creer que la verdad de Charlene era la verdad de Sudáfrica, pero antes de regresar a la sala de juntas me miró y dijo:

-Mi jefe es un inepto, no sabe utilizar propiamente un ordenador, me toca hacer todo por él y, sabes qué Nicolás, lo peor es que ni aunque yo lo merezca, podría obtener un accenso y ser lo que él es hoy.

-¿Por qué? –Ingenuamente consulté.

En Sudáfrica por ley sólo los Negros pueden tener los cargos superiores, no hay manera para mí de seguir escalando en mi empresa, he llegado a lo más alto que se me permite, me siento discriminada y oprimida, no es justo, yo estudié mucho y trabajo muy duro para darle una mejor calidad de vida a mis hijos, no sé qué será de ellos en un mañana, en este país no hay futuro para un niño Blanco. –Concluyó.

Los días posteriores a la anterior conversación con Charlene me di cuenta que es un ser humano maravilloso, una mujer noble llena de ilusiones y como toda madre, estaría dispuesta a todo por el bienestar de sus hijos, ella, una trotamundos por antonomasia, me permitió conocer la otra cara de la discriminación, aquella que se esconde de puertas para afuera detrás de arengas libertarias y discursos pacifistas, mientras en la cocina mezcla los ingredientes necesarios para sazonar de amargura la violencia, la desesperanza y el racismo.

Hoy los colombianos despertamos con la imagen de un presidente que posa como adalid de la paz apretando la mano de un verdugo disfrazado de médico, los medios muestran las opiniones de los políticos más celebres del país -quienes hacen alusión a la reconciliación que surgió en Sudáfrica después del famoso Apartheid- Navarro Wolf, incluso Pirry -por mencionar unos pocos- muestran con gran valía el “ejemplo” del país Africano y, justo allí, fue dónde recordé la gran lección que me dio Charlene sin ella haberlo intentado:

La paz no es la farándula de otros como dice Benedetti en “Ese Gran Simulacro”, la verdadera paz la firmamos usted y yo cuando decidimos respetar nuestras diferencias y entendemos que son precisamente ellas –las diferencias- las que consolidan los pilares fundamentales de una sociedad progresista, incluyente y justa.

Si se firma la paz aparentemente ganaremos todos, espero sea así. Un día me hicieron creer que con la muerte de Pablo Escobar se acabaría el flagelo del narcotráfico y, al parecer lo que hicieron fue ayudar a multiplicar los Patroncitos. Ojalá dentro de seis meses cuando los guerrilleros de las FARC  deambulen por los pasillos del Congreso de la Republica dándose abrazos con sus archienemigos de las Autodefensas, podamos, en realidad, dimensionar la magnitud de nuestra estupidez, cuando sean ellos -los criminales legisladores- quienes decidan el rumbo de esta magullada Patria Boba.

                                                                       Derechos Reservados © Nicolás Marrugo Silva.