A un santo de piedra me tocará orar,
A ver si por fin me alivia este mal,
Rosarios enteros habrá que rezar,
Para ahuyentar el alma de semejante rufián.
La escoba está lista detrás del desván,
Aplicando esta técnica no debería fallar,
Así lo hacía mi abuela cuando los quería echar,
Como almas despavoridas salían sin avisar.
¿Seguirá aquel espíritu con ganas de regresar?
Ocho años de sufrimiento aún no parecen bastar,
Figuró volverse ateo y creer en los demás,
O pedir asilo a los vecinos que más locos están,
¡Vaya lío en el que me han metido por no saber sufragar!
La pregunta sería, ¿y ahora quién nos podrá ayudar?.
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Derechos reservados© Nicolás Marrugo Silva
A ver si por fin me alivia este mal,
Rosarios enteros habrá que rezar,
Para ahuyentar el alma de semejante rufián.
La escoba está lista detrás del desván,
Aplicando esta técnica no debería fallar,
Así lo hacía mi abuela cuando los quería echar,
Como almas despavoridas salían sin avisar.
¿Seguirá aquel espíritu con ganas de regresar?
Ocho años de sufrimiento aún no parecen bastar,
Figuró volverse ateo y creer en los demás,
O pedir asilo a los vecinos que más locos están,
¡Vaya lío en el que me han metido por no saber sufragar!
La pregunta sería, ¿y ahora quién nos podrá ayudar?.
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