
Érase una vez un político en campaña visitando humildes comunidades,
Esa tarde congregó a los pobladores de un sector marginal,
Deseando exponer su ideología frente a las iletradas masas de aquel arrabal.
El aspirante subió a la tarima para iniciar su elocuente discurso,
Estando allí, tomó el micrófono, efusivamente preguntó a la muchedumbre que lo vitoreaba:
-Pueblo, ¿tienen hambre?.
-Sí, sí, sí- respondió la romería enardecida y esperanzada.
¡COMAN MIERDA HIJUEPUTAS!- replicó el demagogo.
La gente furiosa se marchó de aquella plaza entre insultos y disturbios, rechazando el proceder del maleducado politiquero.
Días más tarde el mismo ladrón de cuello blanco haciendo uso de su astucia política, congregó nuevamente a las personas de aquel barrio pobre en el que habían ocurrido los reprochables sucesos, como era de esperarse los ignorantes atendieron el llamado por segunda vez, seducidos a través de contentillos momentáneos: una botellita de guaro, una ancheta tamaño individual y alguna limosna en efectivo.
El oligarca arribó al tugurio para continuar disertado sus utópicas tesis proféticas,
Tomando la vocería, mientras sus seguidores hacían alarde de sus magnificas proezas, volvió a preguntarle a los ciudadanos:
-Pueblo, ¿tienen hambre?.
Esta vez la tromba reaccionó astutamente frente al caprichoso cuestionamiento del diplomático:
-No, no, no- sonriente reafirmó la concurrencia.
A lo que el singular líder asintió:
-Yo lo sabía y por esa razón se los dije:
¡LA MIERDA LLENA HIJUEPUTAS!
Esa tarde congregó a los pobladores de un sector marginal,
Deseando exponer su ideología frente a las iletradas masas de aquel arrabal.
El aspirante subió a la tarima para iniciar su elocuente discurso,
Estando allí, tomó el micrófono, efusivamente preguntó a la muchedumbre que lo vitoreaba:
-Pueblo, ¿tienen hambre?.
-Sí, sí, sí- respondió la romería enardecida y esperanzada.
¡COMAN MIERDA HIJUEPUTAS!- replicó el demagogo.
La gente furiosa se marchó de aquella plaza entre insultos y disturbios, rechazando el proceder del maleducado politiquero.
Días más tarde el mismo ladrón de cuello blanco haciendo uso de su astucia política, congregó nuevamente a las personas de aquel barrio pobre en el que habían ocurrido los reprochables sucesos, como era de esperarse los ignorantes atendieron el llamado por segunda vez, seducidos a través de contentillos momentáneos: una botellita de guaro, una ancheta tamaño individual y alguna limosna en efectivo.
El oligarca arribó al tugurio para continuar disertado sus utópicas tesis proféticas,
Tomando la vocería, mientras sus seguidores hacían alarde de sus magnificas proezas, volvió a preguntarle a los ciudadanos:
-Pueblo, ¿tienen hambre?.
Esta vez la tromba reaccionó astutamente frente al caprichoso cuestionamiento del diplomático:
-No, no, no- sonriente reafirmó la concurrencia.
A lo que el singular líder asintió:
-Yo lo sabía y por esa razón se los dije:
¡LA MIERDA LLENA HIJUEPUTAS!